domingo, 10 de febrero de 2008

...es un extraño mundo....


Hace unos meses en el festival de Venecia, se exhibió el último filme del controvertido y enigmático director David Lynch, Inland Empire. Lynch proviene del mundo de la pintura del cual nacieron sus primeros experimentos cinematográficos en forma de cuadros animados, en cuyo espacio plástico juega, y se eleva para llevarnos a un nivel onírico y simbólico, a partir de texturas, colores y sonidos. Sin embargo, a diferencia de otros directores como Alejandro Jodorowvsky, Lynch rehuye a un sentido jungeano, o arquetípico, en el que tarde o temprano podremos encontrar una pista o explicación de los elementos representados. Este director busca más bien provocar la sensación de desorientación en el espectador, intentando pienso yo, atrapar lo que el director de teatro Samuel Beckett llamó lo “inenarrable” o “los actos sin palabras”.

Terciopelo Azul es una película múltiplemente comentada, odiada y amada por los críticos. En 1986 la Mostra di Cinema di Venecia rechazaba el film alegando escenas casi pornográficas. En ese momento el filme suscitó inmediatamente la curiosidad de más de un crítico antes de su estreno.

Lynch definía en ese momento parte de una estética que más adelante sería común denominador de una cinematografía que refleja la reunión de lo familiar con lo siniestro. Schelling definió lo unheimlich “siniestro” como todo lo que estando destinado a permanecer en secreto ha salido a la luz. Esta parece haber sido la tarea más encomendada en el trabajo de Lynch.

A diferencia de otros títulos como Carretera Perdida, Mullholland Drive o su primer largometraje Cabeza Borradora, Terciopelo Azul es una película menos ambivalente; sin embargo, no deja de encerrar presencias ominiosas y significados nebulosos que hacen sin duda aún más atractivas sus obras.

En el plano estético, autores como el pintor Francis Bacón quedan invocados en los espacios más oscuros. Un ejemplo de ello está en el reiterado uso de las cortinas, como texturas pero también provocando la sensación de que hay algo oculto detrás de ellas. Así emerge como un paralelismo el estudio de Bacon sobre los cardenales pintados por Velásquez, que motivan a pensar en el horror detrás de…, de lo no develado. En Terciopelo Azul también podemos ver el interés por el pintor norteamericano Edward Hopper de quien rescata las escenas simétricas, llenas de soledad y vacío, que en contraste alojan una cierta belleza retratando la vida norteamericana de los 50s, quizás pensando en la singularidad del escenario mundano en el que se mueve Jeffrey Beaumont el personaje principal del filme.

El constante subrayado de esta aparente tranquilidad en los suburbios norteamericanos repletos de una especie de hipocresía llena de colores, es al mismo tiempo acosada por eventos extraños e inusuales. A pocos metros de allí subyace “el horror”, los insectos devorándose así mismos, habitando el mismo pasto en que están plantados los hermosos tulipanes amarillos de la toma inicial.

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